¿Qué sucede cuando las cosas no salen como lo habíamos planeado? Esta es una pregunta que todos nos hacemos en algún momento. Hay personas que sencillamente sacuden el polvo de sus pies, y siguen adelante. Este tipo de persona tiene una tremenda capacidad de deshacerse del dolor y desencanto que deja el haber puesto todo un esfuerzo sobre un sueño y luego el resultado es el fracaso. No voy a decir mucho sobre el carácter de cada persona frente a un fracaso, ese es tema para otra meditación, sin embargo, hay personas así, que pasan por la vida y no muchas cosas les afectan. Luego encontramos el otro extremo, la persona que se desespera, a la que cuando han puesto todo su esfuerzo, vida y corazón sobre la realización de un sueño, se sienten que no pueden seguir respirando en este mundo, que no tienen razón para vivir, ya no hay espacio en él para ellos, y que su mundo se ha desmoronado delante de sus ojos dejando un vacío debajo de sus pies. Ese tipo de persona se deja abatir por la tristeza, y sencillamente acaba con su vida, sin darse cuenta que hay otros seres humanos a su alrededor que han puesto también en ellos sueños e ilusiones y su decisión acabará con el sueño de muchas otras personas. Luego se encuentra la mayoría de las personas, frente a una desilusión de tal magnitud… se sienten confundidas, no saben cuál sería su próximo paso a seguir,… y exclaman a Dios, ¿Qué pasó?
Es a este último grupo al que quiero referirme en este escrito, porque ese tipo de persona está buscando una respuesta, una solución, una salida a su desencanto y dolor… y eso es precisamente lo que voy a intentar hacer. Hubo un profeta que había puesto todo su sueño e ilusión en el liderazgo de un rey. Lo buscó, lo ungió, lo aconsejó. Pero este rey al final sintió que no necesitaba de nadie, porque al fin y al cabo, él era el rey. Así que frente a una batalla con el enemigo más temido en su reino, hizo el papel de rey y sacerdote, violando así las normas establecidas por su Dios y el profeta. El resultado fue que perdió la gracia y protección de su Dios y del profeta.
Pero el personaje del que quiero hablar aquí no es el rey, sino el profeta. Ese profeta quedó desconsolado cuando Dios le dijo que ya no bendeciría al rey, que habría un substituto. El profeta imploró a Dios, ayunó, se vistió de cilicio, y se aisló del pueblo. Su tristeza no la podía contener, tanto tiempo, esfuerzo, y esperanza puestas en el líder para fracasar de esa manera y quedar desamparado de liderazgo. El profeta se fue a su casa, jamás vio al rey y se arrepentía de haberlo puesto como rey sobre el pueblo… no podía salir de su depresión, hasta un día. “Dijo Dios a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey.”
Cuando las cosas no te salgan como deseas, no entres en pánico, no corras, porque cuando corremos sin consultar con Dios, podemos cometer mayores errores. Siempre existe el día de mañana, y nuestro reloj no es igual al de Dios. Yo nunca he visto el reloj de Dios, pero no creo que esté sujeto a doce horas como el nuestro. Deja que Dios obre en tu vida, y tú pregúntale: -Si las cosas no salieron como yo deseaba, ¿cómo tú deseas que salgan las cosas para mi vida? Te garantizo que no mucho tiempo después sabrás que hacer. Puede que sea que tengas que pedir perdón, o puede que sea que tengas que pasar la página y comenzar de nuevo. Pero tendrás la respuesta; no desmayes, no entres en angustia, habla con Dios y espera Su respuesta. En ti, Dios ha puesto todo lo necesario para comenzar de nuevo, si eso fuese necesario. Confía en Dios y en ti.
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